La habitación llena de espejos dorados reflejando deseo y hambre
aun así, se nos quedan cortos.
Los cambiamos de lugar,
posturas imposibles
solo aptas para 2 mentes inquietas
para dos voyeurs que un frío día coinciden en Madrid.
Tu mano se pierde entre mis muslos
quieres comprobar lo caliente que estoy.
Introduces tus dedos, buscas mi mirada frente al espejo
la lencería y la timidez se retuercen en el suelo.
Buscamos calor de enero y saliva compartida impactando en los paladares.
«Ven, ensucia mis sabanas con tus deseos insaciables
y regálame después una canción…»
Pd. Merci por el acento
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