«…Nadie sale ileso.»
Solo en la cama se dicen las mayores perversiones «te quiero», «se mía», «no me dejes nunca”.
No hace falta que susurres que me quieres mientras me inmovilizas con tus manos, una agarrándome las caderas, la otra sujetándome del pelo mientras tu pelvis golpea cada vez con más fuerza, como si quisieras invadirme, y así poseerme.
Pero de verdad no hace falta que me profeses tu amor, yo solo quiero escuchar los golpes de tu cuerpo contra el mío y nuestros gemidos estallando como en una colisión caníbal.
Nada más.
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