En mi defensa diré que él me incitó…
Me dijo – ¿a que no te atreves?
y fui más allá de su intención,
dibujando en su piel caricias tan inesperadas como imposibles.
Bailé sobre su cuerpo danzas ancestrales mientras tejía letras,
dibujaba sonidos ensalivados
y nadaba por entre sus palabras
que a ritmo de extenuación
se aferraban a mi voluntad.
Después,
creo recordar que lo besé.
«Quien no añade nada a sus conocimientos, los disminuye»
(El Talmud)
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