Y de repente surgió la repentina necesidad de llamarle.
Delirios de su boca antes de dormir.
Tenía hambre y no solo de sushi, necesitaba sus manos entre mis piernas. Su lengua indagando sobre mi pecho y por encima de todo, su calor entre las sábanas.
Y en la madrugada le envié un mensaje al móvil . No tardó en contestar. Me dijo que debía ducharse y vestirse. Le contesté que no. Doble o nada.
-Vale- me escribió. Lo que tardo en vestirme-
-Mejor no, no te vistas-
Cogió el coche y navegó entre semáforos y radares en la oscuridad de Madrid, así, desnudo. Con sus gafas y sus zapatos. Nada más.
Y llegó a tiempo.
Justo cuando más palpitaba mi vientre. En el mismo instante en el que mis dedos comenzaban a revolotear entre las sábanas negras de seda y mis muslos.
Le abrí la puerta. Así, desnuda, solo con una pequeña camiseta de tirantes blanca. Descalza y con el pelo despeinado. Con una sonrisa y la excitación en la mirada.
-Se trataba de una urgencia- le dije.
-Me hago cargo-contestó abalanzando su desnudez sobre mi piel.
Cerré la puerta suavemente con el pie y le invité a meterse dentro.
Muy dentro.
Hasta el fondo.
…
«Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo»
(Ludwig Wittgenstein)
Copyright©2016-19L.S.
Transparente para Ti.😘😉
Me gustaLe gusta a 2 personas